lunes, 10 de agosto de 2009

SANGRIA 46 - UNA EXPERIENCIA RELIGIOSA MAS ALLA DE LA COMIDA

Ya en nuestro primer dia en el paraíso USA, empezamos a percibir cierta nostalgia hacia la madre patria. Por ello decidimos mitigar el sentimiento cenando en un "restaurante" de "comida" española. No amigos, no es casualidad que las palabras restaurante y comida estén entrecomilladas. Os remitimos la página web de semejante guarida para que podáis comprobar que los americanos el marketing lo tienen muy claro, y para que constatéis que la imagen que tiene en las américas de nuestra amada tierra sigue siendo una orgía de copla y sentimiento taurino. Restaurante Sangría 46 (premio gastronómico del 2008 y no es broma)

Pero volvamos al centro de la cuestión y repasemos el inventario de manjares que disfrutamos en la cena, servida eso sí por compatriotras procedentes de todos sitios menos de España.

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Calamares Chernobil: Había 4 y quedaron 3. El olor, mejor dicho, el edor todavía persiste en nuestras fosas nasales.
Patalas Alioli: No es un error. Estaba escrito así. Todo sería normal si no fuese porque el susodicho "alioli" era de color naranja. Por lo demás fue lo más comestible de toda la cena.
Empanadillas la sirena: Dejando de banda el hecho de que no sabían a nada, se percibía al textura a congelado desde dos mestros de distancia.
Tortilla Desidratada: De hecho ponía Tortilla española, pero me niego a otorgar el calificativo de español a semejante ladrillo gastronómico.
Sangria: Todo el festin fue regado por el caldo que da nombre al restaurante, es definitiva, la especialidad de la casa. Impagable, indescriptible. Repasamos los ingredientes: Vino malo, agua y mucho hielo. Suponemos que no es necesario que haga mención alguna de su sabor. Lo mejor...el precio 26 $.

Tan sólo nos queda el consuelo de que había gente en el local que lo estaba pasando peor que nosotros, eso sí, sin ser conscientes de ello. En la mesa del lado dos autoctonas del lugar estaban degustando algo que definieron como "paella". Tampoco es casualidad que lo ponga entre comillas. Desde nuestra mesa percibimos que el edor, el aspecto y la salsa con la que supestamente había que acompañar la paella, que hacían de dicho plato una experiencia repugnante. No obstante, llevadas por la pasión del momento, las chicas solicitaron que les pusieran para llevar la parte de la "paella" que les sobró. Definitivamente este pueblo no tiene paladar.

Acabaremos por comentar dos pequeños detalles. El primero es que toda la cena estuvo acompañada de la música de Duncan Dhu, aunque nuestro buen amigo Jose se lo peridera por estar reposando en el hotel, recuperando su maltrecho tobillo. El segundo detalle es que los camareros de lugar sirven la cerveza como si de un vino reserva del 75 se tratase: Ligeramente inclinados, mano a la espalda y evitando en todo momento desperdiciar la más minima cantidad.

Como conclusión amigos, sabed que todos aquellos que dicen que Nueva York huele mal en realidad no saben el motivo, y es que el cocinero de Sangria 46 están trabajando en sus fogones.

JFKRRC

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